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jueves, 3 de noviembre de 2016

Releyendo: La mascara de la muerte roja de Edgar Allan Poe

   Cuando leemos un relato, lo que de él abstraemos está influenciado y condicionado por nuestras experiencias previas. Leer algo nuevo puede modificar nuestra forma futura de interpretar otras cosas, claro, pero son las experiencias anteriores las que nos permiten asimilar nuevas cosas. Es así como, cuando leemos, por ejemplo, un cuento, lo interpretamos de una forma y cuando, pasados unos años, lo releemos, interpretamos de manera diferente y abstraemos cosas que antes no. Las experiencias entre un momento y otro de lectura del mismo relato son distintas y nuestra mente, ahora, tiene más información para trabajar en la traducción y asimilación de los nuevos datos que le proporcionamos.

   Cuando leí La Máscara de la Muerte Roja por primera vez, tendría no más de once o doce años.  En aquella época no tenía, de ningún modo, la información ni la experiencia de vida necesarias para poder interpretar de forma completa el cuento. No digo que ahora lo entienda AL COMPLETO, pero sí que entiendo un poco más y mejor los simbolismos que, en mi niñez, no fui capaz de notar. ¡La experiencia de la relectura fue gratificante! Ahora, a mis veinticinco años, puedo decir que tengo algo de experiencia como para entender algunas cosas que el relato plantea implícitamente. Pero antes de pasar a explicar estas experiencias que cambiaron mi percepción de un relato escrito 149 años antes de mi nacimiento, mejor hablemos del argumento, que por más que sea sencillo, me heló la sangre las dos veces que lo leí.

   La Máscara de la Muerte Roja nos cuenta cómo un príncipe, ante la amenaza de una peste letal llamada Muerte Roja, junta a cientos de sus cortesanos que no resultaron afectados por la enfermedad y se encierra en un castillo junto con ellos durante meses, disfrutando de fiestas mientras la Muerte Roja se cobra las vidas de casi todos en la ciudad. La historia tiene lugar durante una de esas fiestas, una fiesta de disfraces y máscaras, cuando llega un invitado no deseado. No es el gran argumento, la verdad. El cuento no abarca más que unas cuantas páginas y la mayoría del relato se dedica a describir la peste, los salones del castillo, el decorado y la atmosfera de la fiesta. Solo en las últimas dos páginas podemos pasar la acción de la historia.

   En mi niñez, cuando lo leí por primera vez, mi mente se centró en los acontecimientos. Me imaginaba perfectamente la enfermedad, la fiesta, la gente que bailaba disfrazada y, lo más aterrador y grotesco para mí, las mascaras aunadas al gentío, la música y los colores de los salones poco iluminados. La muerte no tenía significado para mí, lo que me aterraba era la fiesta en sí, la atmosfera… Cabe aclarar que no me gustan las máscaras. Me resultan perturbadoras. El no saber quien se oculta detrás de una es inquietante. Esto es algo que me desagradaba incluso desde muy chiquita, por lo que la forma en que Poe describe la mascarada me produjo un gran impacto, algo que me acompaña hasta el día de hoy. Como iba diciendo, en su momento solo vi lo que mi mente estaba preparada para ver. Cuando lo releí, más de una década después, pude ver cosas que en ese primer momento se me escaparon.

    Recientemente, charlando con mi hermano, salió el tema de Poe y la tuberculosis, una enfermedad que odio con todo mi ser. Hablamos sobre cómo este autor podría ser un portador de la enfermedad sin que esta se manifieste en él pero que le permita contagiar a otras personas. Nosotros sabemos bastante sobre esta maldita enfermedad, dado que la razón de nuestro odio hacia ésta radica en que casi se cobrara la vida de mi hermano, el mismo con el que teorizábamos sobre Poe. Si, la tuberculosis casi mata a mi hermano, y también afectó a otro de mis hermanos. Pero fue el primer caso el peor. Ver a una persona quedar piel y huesos, saber que el medicamento puede matarlo por lo fuerte que es para un chico de quince que pesa 39 kilos, o peor, que los narcóticos no sean lo suficientemente fuertes como para erradicar la enfermedad de su cuerpo; escucharle toser constantemente y, en los momentos que no tosía, sentir el terror helado de que haya dejado de respirar no es, para nada, algo que le deseara ni al peor de mis enemigos. Pero, ¿Qué tiene esto que ver con Poe y con La Máscara de la Muerte Roja? La respuesta es simple: la mayoría de las muertes de los seres queridos de este hombre se la atribuyen a la tuberculosis, y fue esto lo que inspiró al autor para crear a la Muerte Roja. Las características de la enfermedad son manchas rojas sobre todo el cuerpo y, lo más importante, escupir sangre en la fase terminal.

   Cuando tenía doce años, no conocía nada de esto. Nunca me había imaginado que sería testigo de cómo esta horrible enfermedad consume a las personas. Y muchísimo menos de que sería a mis propios hermanos. Así que, en mi primera lectura, el terror a la tuberculosis y a la muerte me era ajeno. Sin embargo, ahora, puedo ver claramente el sentido detrás de la muerte roja. Puedo volver a sentir el pánico de, posiblemente, ver morir a mis hermanos.

   Otra cosa que la primera vez carecía de importancia es el repiqueteo del reloj de ébano en el salón negro y cómo afectaba a los danzarines y músicos. Los perturbaba hasta el punto de paralizarlos de inquietud y, quizás, hasta de miedo. Primero había creído que era solo para crear tensión, pero ahora me doy cuenta de que representa el paso de las horas y la cuenta regresiva hasta el inevitable final que una enfermedad incurable conlleva (recordemos que en aquellos tiempos la tuberculosis era incurable). El salón negro, en sí, representa la muerte, como veremos hacia el final del relato.

   Por último, creo, quedaría el concepto del encierro y el final del cuento, que, si no lo leíste aún, no voy a arruinártelo. El que el príncipe se encerrara junto a su corte lo había interpretado de manera muy literal. Creía que recurrió a esto porque temía enfermarse y estar solo… bueno, ¡tenía doce años! Es lógico que lo vea de esa forma. Lo que ahora puedo decir de esto es que, dado el historial de muertes que Poe presenció y sufrió por la tuberculosis, representa la sensación de impotencia que él sentía al no poder huir de la enfermedad. Irremediablemente, sin importar qué medidas se tomaran, la tuberculosis siempre le arrebataba a alguien.

   Es grandioso, para mí, notar cómo cambió mi forma de interpretar las cosas en todos estos años. A pesar de haber pasado la peor experiencia de mi vida, que por gracia de todos los dioses, nunca llegó a peor ya que mis hermanos están totalmente recuperados. Estoy segura de que dentro de otra década voy a leer este cuento y a interpretarlo de manera distinta. Esto es, también, parte de la maravilla que es la literatura, el poder leer siempre lo mismo pero asimilarlo de manera distinta y que nos transforme cada vez.

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