Esta obra pertenece a la comedia del arte, un tipo de teatro que consta
de tramas sencillas, generalmente sobre las aventuras y vicisitudes de una
pareja de enamorados ante la oposición familiar, o tipos del entorno
social. Consta de vestuario y máscaras carnavalescas, además de añadir
acrobacias.
En tan solo tres cortos actos, Il servitore
di due padroni, nos cuenta la historia de Trufaldino, un criado contratado por
un tal Federico Rasponi y que tiene la viveza de darle sus servicios, también,
a Florindo Aretusi sin que ninguno de los dos se entere de la existencia del
otro patrón. Dos patrones: doble comida y
doble sueldo, pensó Trufaldino, pero en lo que no pensó es en los problemas
que eso conlleva.
A lo largo de la obra veremos a Trufaldino repartir
su tiempo entre ambos patrones enredando las cosas e inventando excusas para
salir de los líos en los que se mete. Sin embargo, no solo de eso se trata la
obra. Nuestra historia empieza con una ceremonia de compromiso entre Silvio (hijo
del Doctor Lombardi) y Clarisa (hija de Pantaleón de Bisognosi), dos jóvenes
que se aman con locura. Todo es perfecto hasta que el emotivo momento es
interrumpido por la inesperada llegada de Federico Rasponi, prometido de
Clarisa, quien se presumía muerto. Ante tal noticia reina la confusión:
¿Rasponi con vida?, ¿En la entrada esperando ser atendido?, ¿El compromiso
entre Clarisa y Silvio se verá afectado? Pantaleón hace entrar a quien se llama
a sí mismo Federico Rasponi, un hombre al que nunca vio pero que es socio suyo
en unos importantes negocios, motivo por el cual comprometió a su hija con él. Inmediatamente
aparece en escena la que, a las claras, es una mujer vestida como hombre. La
explicación de esto es que Beatriz, hermana de Federico, se hace pasar por él
para poder viajar libremente y así encontrar al hombre que ama y que huye de la
justicia.
Con este argumento, Carlo Goldoni logra un
balance entre lo cómico, Trufaldino y sus picardías, y lo serio, los problemas a
los que Silvio y Clarisa se ven enfrentados por culpa de la jugarreta de
Beatriz al hacerse pasar por Federico. Lo divertido de esta obra son las obviedades
que los personajes no son capaces de ver por sí mismos pero que son notorias
para el público o el lector. Podemos ver claramente esto en Beatriz, es obvio
que está disfrazada de hombre, sin embargo los demás personajes no se dan
cuenta de esto salvo, claro, Brighella (posadero y testigo del compromiso de
Silvio y Clarisa) porque ya conocía a los hermanos desde antes. Las meteduras
de pata y las excusas de Trufaldino son simples y tontuelas lo que por momentos
me recordó programas como El Chavo o Superagente 86.
Encontré muy interesante cómo algunos
personajes presentan pensamientos un tanto adelantados a la época, se podría
decir, dado que, al haber sido escrita en 1745, encontramos que los personajes
femeninos expresan a voces su desacuerdo con la forma en que los hombres creen
tener dominio sobre la vida de las mujeres. De alguna manera hay un mensaje en
defensa de las mujeres poniendo en evidencia cómo los hombres arreglan sus
vidas sin tenerlas en consideración o cómo las juzgan y condenan sin detenerse
a pensar en si son inocentes o no. También encontré que, al igual que con las
mujeres, hace lo mismo con las condiciones en que algunos patrones tenían a sus
empleados. Trufaldino siempre habla de los golpes, el hambre y las sobre
exigencias que él o sus conocidos vivieron bajo el servicio de algunos amos. Esta
ideología es disimulada por la comedia constante aunque, también, la usa para satirizar
estas situaciones y hacer llegar el mensaje de forma cómica.
Disfruté mucho esta lectura. Es corta,
ligera, entretenida y divertida. Se la recomiendo a quien disfrute de leer
obras teatrales y, si tienen la gran fortuna de verla representada, ¡aprovechen
la oportunidad!
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